Participantes

sábado, 31 de marzo de 2012

I ENCUENTRO (2 y 3 Abril 2012)

          Queridos amigos de MONTORO-55 :


Finalmente conseguimos reunirnos 29 amigos en el Mesón EL PALOMAR de Montoro.
Fué una reunión entrañable, en la que compartimos vivencias de los años vividos en Montoro, cuando éramos jóvenes y algunos, aún niños.
Esperamos que, los que no habeis podido acudir esta vez, os animeis a la próxima convocatoria
Aqui podeis ver las fotografías de los dos días compartidos
Antonio Luis Pozuelo



EN EL LUGAR DE LA ANTIGUA FUENTE, FRENTE A LA CASA DE LOS FUENTES








LUNES SANTO CENANDO EN CASA YEPES



































MARTES SANTO DESAYUNANDO EN EL CASINO DE MONTORO


























VISITA A LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN









ESPERA EN LA CALLE EL SANTO








DETALLES DE LA FOTO EN EL LUGAR DE LA ANTIGUA FUENTE





COMIDA DE MARTES SANTO EN EL MESÓN EL PALOMAR






















PREPARANDO EL GRUPO PARA LA FOTO






 EN EL MIRADOR DEL MESÓN EL PALOMAR






















LAS 15 MUJERES DEL GRUPO



LOS 14 HOMBRES DEL GRUPO

LOS 29 PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO 




























5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡BIENVENIDOS!
Esperamos la participación en este Blog de los AMIGOS DEL 55 y años próximos
Estamos abiertos a recibir fotografías y documentos de aquellos años de la primera mitad del XX
Queremos ir dando contenido a este Blog de cara al próximo ENCUENTRO en 2013, cuya fecha está por determinar, si bien queremos que sea en el entorno de la Semana Santa
Antonio Luis

Chiqui dijo...

A juzgar por las fotos, lo pasásteis bien. Mereció la pena tu esfuerzo y pesquisas, Antonio Luis, para localizar a casi todos los "mininazarenos" del 55. Chiqui

Antonio Luis dijo...

Estas fotos dejan bien claro lo bien que lo pasamos estos dos días en Montoro.
Primero la Cena en el Bar Yepes, después el desayuno en el Casino.
Luego empezarán a publicarse las fotos de la comida en el Mesón EL PALOMAR con su excelente Mirador al Rio
¡Qué derroche de alegría!
Felicitémonos todos por el evento y comuniquemos a los que no puedieron asistir que no se pierdan la siguiente convocatoria.

Manuel dijo...

“(…) Era el Chacho Pedro un hombre del campo en toda la extensión de la palabra, y en toda la extensión del campo. Al estilo de los hombres del campo, Chacho Pedro se afeitaba cada cinco o seis días. Y con el cuento de besarme lo que hacía era restregarme los pinchos de la barba. Luego nos hacíamos amigos, y me iniciaba santamente en el camino de la virtud a base de irme enseñando las palabras de la vida gorda. Pero a la abuela Ana le daban el repeluzno, y palabrotas las llamaba, y camino de la eterna condenación. Con lo cual el Chacho Pedro soltaba unas carcajadas de gigante. Y tan pancho, seguía iniciándome en las gordas palabras de la sabiduría. Y así es cómo en el mismísimo corazón de la sabiduría yo fui aprendiendo la sabiduría y las primeras palabras sentado en las rodillas del Chacho Pedro. Luego, por el otoño, Chacho Pedro y Chacha Frasquita me llevaban con ellos al campo, a los olivares de la sierra. Y allí cogíamos aceitunas verdes, las machacábamos con una piedra, las echábamos en agua con los aliños y el orégano, y hacíamos las aceitunas aliñás.

A base de loseta y un palillo que la sostenía en vilo encima de un hoyo, Chacho Pedro y yo cazábamos los zorzales que venían a comerse las aceitunas gordas. Luego los desplumábamos, y Chacha Frasquita nos los freía en el sartén grande. Y nos los comíamos con pan untado de ajo y aceite. El Chacho Pedro me llevaba por entre los olivares, y me enseñaba dónde ya estaba el mochuelo encima del olivo, y dónde andaban las ranas en mitad del arroyo, y qué yerbas eran mano de santo para los dolores de estómago, y qué yerbajos eran buenos para los dolores de barriga. Por la noche, hacíamos con ramas de jara un gran fuego en el fogón de la chimenea, y echábamos castañas que reventaban como demonios, y nos las íbamos comiendo. Y otras veces las dejábamos para postre de la cena. Y mientras tanto, Chacha Frasquita nos hacía migas con torreznos, y luego a la luz de un velón de Lucena nos las zampábamos con chorizos fritos. De noche aullaba el viento de la sierra, y para dormirme la Chacha Frasquita contaba consejas y apólogos a la luz de un candil. (…)”

Más recuerdos de Miguel Romero Esteo del Montoro de su primera infancia (1930-1936). Del prólogo a su libro “Pizzicato irrisorio y gran pavana de lechuzos”. Imposible tras leerlos negar su montoreñismo, montorosidad o montoreridad. Hasta aparece el viejo uso masculino de “el sartén”, como aún se dice en algunos pueblos de España o América. El insulto casinero / se ha tragado santamente / el pobre Miguel Romero. Nada grave, nada gordo sino leve y delgado desagravio. Delgado y leve: siempre el buen humor y la buena alegría posibles de cada uno en cada momento. Por ejemplo, lo que Miguel Romero cuenta de la barba de su Chacho Pedro, a mi hermana Josefina y a mí nos remite directamente a otro montoreño hombre del campo pero de los años 50: Frasquito Cepas. Cada vez que lo veíamos subir los escalones de la casa con su imborrable sonrisa bonachona, corríamos a escondernos para evitar sus besos llenos de pinchos y olor a vino. Ya sin pinchos, FRASQUITO CEPAS, un beso ahora que sólo Dios sabe dónde estás. Nada fácil que algún montoreño o no montoreño pueda echarle a Frasquito Cepas esta increíble red encima. Quizá sólo Manolo Cachinero, andante enciclopedia montoreña. Sin necesidad de Google.

Chiqui dijo...

Acababa de hacer un Comentario que se ha borrado. Vuelvo a empezar echándole paciencia. Me ha gustado mucho ver las caras de alegría y la hermandad de un grupo que parece que nunca lo separó el tiempo y no digamos las añadidas o "postizas", como diría mi madre : las mujeres nazarenas.

En 1975 hice un viaje con mis padres a Córdoba y nos acercamosa Montoro también(mi padre muere en 1977) y tomé fotos de Montoro (un día las colgaré en el Blog) sin coches y ahora veo la de esa calle "axfisiada" por los coches.

Respecto al último comentario de Manolo y ese pasaje montoreño que nos deja, que me ha gustado un montón, decir que me trae reminiscencias de mi infancia y, en especial, de los zorzales que cazaba mi padre ¡pobres pajarillos!. A mí madre, que no le gustaba la caza, le tocaba arreglarlos.

Todos hemos tenido alguna experiencia con algún pariente de barba "pinchosa" jejej. También recuerdo a una "tata" de unas tías de Cádiz que tenía pelos en la barba y que al hablar espurreaba que daba gusto y todos la evitábamos.